¿Quién no ha sufrido dolor en algún momento de su vida? Imagino y espero que todos hayáis asentido con la cabeza a esta pregunta, ya que es algo normal y necesario en la naturaleza humana. Sin embargo, solemos tenerle miedo y nos genera rechazo y evitación, como si fuese nuestro enemigo… Pero, ¿por qué?
Podría ser porque lo prejuzgamos. Como es desagradable, no nos paramos a conocerlo e intentar comprenderlo. Digamos que solemos hacerle “bullying”, y esto es un fallo garrafal. Seguramente sea condicionado por nuestra cultura occidental, donde existen muchos mitos y creencias erróneas alrededor del dolor en la población, así como un gran desconocimiento sobre su funcionamiento.
Es por ello que a continuación os voy a presentar brevemente a nuestro amigo el DOLOR:
Definición de dolor
En 1979 la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (los que más saben de esto) definió el dolor como una “experiencia sensorial y emocional desagradable asociada a un daño tisular real o potencial o descrita en términos de dicho daño”. No habéis entendido nada, ¿verdad? Normal, demasiados tecnicismos… Básicamente quedaros con que es una experiencia que se basa en nuestra sensibilidad y en las emociones que una lesión en alguna estructura de nuestro cuerpo nos puede hacer sentir, PERO, no siempre hay un tejido dañado cuando tenemos dolor, y esto es importante tenerlo en cuenta.
Personalmente, la definición que más me gusta es la que dio la enfermera Mary Margo McCaffery hace ya unos años, en 1968, en la que se refería al dolor como “cualquier cosa que la persona que experimenta dolor define como tal, existiendo cuando y donde él o ella dice”.
Y es que, con estas definiciones, vemos que el dolor es algo que va más allá de un daño en uno de nuestros tejidos. El dolor es una experiencia subjetiva, multifactorial y siempre real, que está influenciada por numerosos factores como las creencias, la cultura, las experiencias previas o el propio contexto en el que se produzca. Y por lo tanto, también dependerá y afectará a nuestras esferas psicológica y social.
Además, el dolor constituye nuestro sistema de protección más primitivo, siendo la herramienta que utiliza nuestro cuerpo para interactuar con el medio y avisarnos si detecta que algo no va bien. Por ello, es y debe ser algo desagradable, a fin de que sintamos la necesidad de que remita, adoptando ciertos comportamientos para defender la integridad del organismo ante una posible amenaza.
Y como todo sistema de alarma, a veces puede fallar y dejar de cumplir su función o hacerlo de una forma deficiente, siendo éste el principal problema de su complejidad, por la discapacidad que puede llegar a generar.
Por tanto, el dolor no es algo malo en un principio, sino más bien todo lo contrario, un aliado que nos avisa de que debemos prestar atención a lo que ocurre en nuestro propio cuerpo para ponerle remedio, y hay que aprender de él y con él.