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Siguiendo con la línea de conocimiento sobre el dolor, y sabiendo ya desde la anterior entrada del blog los tipos de dolor que podemos experimentar, además de cómo suelen presentarse según sus signos y síntomas, vamos a ver otra gran diferencia que podemos hacer en cuanto a clasificación del dolor.

La verdad que suele ser una pregunta bastante frecuente en consulta y un tema del que hablar detenidamente, porque es importante saber discriminarlos en nuestro día a día, ¿qué diferencia hay entre un dolor agudo y un dolor crónico?

  • DOLOR AGUDO
    • Aparece como consecuencia de la activación del sistema nociceptivo, es decir, suele estar asociado a un daño en alguno de los tejidos biológicos de nuestro cuerpo, irritación nerviosa o visceral o a traumatismos.
    • Es limitado en el tiempo, nuestros tejidos corporales tienen unos tiempos biológicos de curación mayores o menores dependiendo del tipo de tejido que se encuentre lesionado.
    • Cumple una función de protección o alarma de nuestra integridad física, es decir, nos avisa de que puede existir ese posible daño para ponerle solución.
    • No suele acompañarse de un fuerte componente psicológico que perpetúe su aparición, aunque hay que valorarlo en cada caso, ya que posibles dolores agudos pueden mantenerse en el tiempo debido a esto.
    • Responde bien a los tratamientos, tanto farmacológicos como de fisioterapia, ya que hay una diana o fuente de síntomas sobre la que actuar y es más fácil modular el dolor.h
  • DOLOR CRÓNICO
    • En este caso no aparece a raíz de una lesión o irritación de tejidos, no tiene un comienzo bien definido en el tiempo, también afecta al sistema nociceptivo pero en este caso solemos encontrarlo sensibilizado (a nivel central o periférico, es decir, es más fácil activarlo).
    • Es ilimitado en el tiempo, como hemos dicho, no suele tener un inicio bien definido, es algo que comienza progresivamente, va aumentando, limitando poco a poco la vida de quien lo sufre y no suele estar asociado a un tejido corporal concreto, por lo que es complicado dar un pronóstico de tiempo.
    • No cumple una función de protección, puede estar sonando la alarma de manera continua o de forma recurrente sin un estímulo concreto, puede aparecer incluso en reposo o durmiendo.
    • Se acompaña de un gran componente psicológico (miedo, estrés, ansiedad, catastrofismo, hipervigilancia…), es algo normal de encontrar en casos así, dado que la presencia en el tiempo va generando y construyendo estas conductas ante el problema.
    • Incluso se le considera hoy en día una enfermedad en sí mismo y supone un reto especial para los terapeutas.