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Hace un tiempo hablamos sobre qué era el dolor, sin embargo, no siempre lo percibimos de la misma manera ni tiene las mismas características (y no, no me refiero a lo que pueda sentir tu familiar/amigo/vecino… Más bien a lo que podríamos sentir nosotros mismos en distintas situaciones), y por eso surge esta pregunta: ¿Son todos los dolores iguales?

Pues NO, existen varios signos y síntomas que diferencian los cuadros de dolor y en base a ellos podremos clasificarlos en un grupo u otro. Conocerlos nos ayudará a saber manejar cada caso, qué podría ser lo más efectivo y cuánto tiempo podría durar. Según esto, diferenciamos 4 tipos:

  • DOLOR NOCICEPTIVO: Es el mecanismo más básico y primitivo de protección que tiene nuestro organismo. Se produce ante un estímulo de amenaza real o potencial, y su función será avisarnos para prevenir o minimizar el daño en el tejido. Digamos que funciona como si fuera una alarma biológica de nuestro cuerpo.
  • DOLOR INFLAMATORIO: Tras una lesión en el tejido, el cuerpo liberará en un principio ciertas sustancias (glutamato, sustancia P, histamina, serotonina…), creando una “sopa inflamatoria” que participará en la protección del organismo, limitando los movimientos para que este daño no vaya a más. El problema puede venir cuando este proceso se mantiene en el tiempo pasadas las primeras 48-72 horas, lo que supone una maladaptación que podría provocar un dolor sordo continuo, que podría aparecer durante la noche y que cursa con calor, rubor y rigidez matutina.
  • DOLOR NEUROPÁTICO: Aparece como consecuencia directa de una lesión o enfermedad en el sistema somatosensorial. Es decir, en este caso el fallo estaría en las vías de transmisión y no tanto en el tejido. El dolor no es necesariamente una señal proporcional de alarma real, siendo anárquico y/o espontáneo, y pudiendo cursar con lo que conocemos como parestesias (sensaciones de quemazón, frío doloroso, corrientes eléctricas y hormigueos).
  • DOLOR NOCIPLÁSTICO: En este caso se produce un fallo en el procesamiento de la información, sin necesidad de que exista un daño en el tejido. Sería un dolor que no tiene un cometido útil, y su perpetuación estaría relacionada con diversos factores psicosociales (esos que vimos que podían influir en la experiencia de dolor). De esta manera se inducen falsas señales de daño en los tejidos que llegan al cerebro, el cual responde manteniendo un estado de alerta constante y haciendo que el dolor se perpetúe.

Ahora podréis diferenciar y conocer un poco mejor lo que os pasa cuando tengáis un episodio de dolor en algún momento. Y si queréis saber más, estad atentos al blog y a nuestras redes.